miércoles, 17 de septiembre de 2008

Soy feliz, porque no lo tengo todo.


Fahrenheit 451:Temperatura a la que el papel de los libros se inflama y arde.
1er. Párrafo, pag. 71

Lamento manchar con mi comentario soez y primer reacción febril, la gradiosa cita que transcribo (con unas pequeñas añadiduras por mi parte) de este gran libro.

"Tranquilidad, Montag. Dale a la gente concursos que puedan ganar recordando la letra de las canciones más populares, o los nombres de las capitales de Estado o cuanto maíz produjo Iowa el año pasado. Atiborralo de datos no combustibles, lánzales encima tantos que se sientan abrumados, pero totalmente al día en cuanto a información. Entonces, tendrán la sensación de que piensan, tendran la impresión de moverse sin moverse. Y serán felices, porque los hechos de está naturaleza no cambian. No les des ninguna materia delicada como Filosofía o Sociología para que empiecen a atar cabos. Por ese camino se encuentra la melancolía. Cualquier hombre que pueda desmontar un mural de televisión y volver a montarlo luego,y, en la actualidad, la mayoria de los hombres pueden hacerlo, es más feliz que cualquier otro que trate de medir, calibrar y sopesar el Universo y su empatía con él. Lo sé, lo he intentado. ¡Al diablo con ello!. Así pues, adelante con los clubs y las fiestas, el sexo y las drogas, más de todo lo que este relacionado con los reflejos automáticos, risas hipócritas, respuestas vacias sin razón. Si el drama es malo, si la película no dice nada, si la comedia carece de sentido y crítica, dame una inyección de teramina. Me parecerá que reacciono con la obra, cuando sólo se trata de una reacción táctil a las vibraciones".

Esta "plástica distopía" que plantea Ray Bradbury a mediados del siglo pasado, ha sido nuestra realidad desde la época del Antiguo Imperio Romano, hasta nuestros días, en los que un sistema capitalista, creador de un descoyunturado consumismo y una falsa superioridad de estereotipos, en una inexistente clase media alta, genera expectativas pueriles en una sociedad sumergida en el letargo de su conformismo.

lunes, 8 de septiembre de 2008

Practicando la muerte

Dicen que pudo haber sido mucho peor…..que pude haber muerto yo; ellos pueden hablar de esa forma porque no saben lo que es llevar el peso de una muerte sobre uno ¡son unos pendejos!, puedo justificarme de mil maneras: que me arrepiento por haber ido a exceso de velocidad, que los frenos no respondieron, que estaba nervioso por llevar a mi lado a una hermosa copiloto, ¡son palabras que se las puede llevar la mierda!, porque nada de ello quitará la puta sensación de culpa, que amarga el hocico y desquicia hasta las lagrimas, ni borrara de mi mente la imagen de aquellos retazos de cuerpo que parecieran haber sido engullidos, masticados y escupidos por el más voraz de los depredadores.

Al intentar tomar el retorno sobre la autopista, perdió el control de la camioneta, su mirada tensa, de pupilas dilatadas, creo el infinito prosapio ritual de cuando nos sabemos cerca de la muerte, y nos aferramos rasgando la vida con las uñas, sus dientes chirriaban, del mismo modo que también lo hacían las llantas sobre el asfalto; frente a él, la figura de un peñasco se tornaba como verdugo de su deceso. Con los brazos firmes al volante, logró, en su último momento lúcido, virar por instinto hacía su derecha, evadiendo la masa de roca, pero no siendo suficiente, para esquivar a un hombre que se encontraba trabajando sobre el camino, arrollándolo y prensándolo contra el imponente muro de piedra del cerro con el que finalmente fue a impactar. Era la deuda a saldar de aquel peón – ¿no sé el porque?, si por violar a su hija, por haber robado y golpeado a traición, o por que simplemente su vida se había vuelto insulsa, llevadera y monótona, hasta el desperdicio- quedando triturado entre los bruñidos y retorcidos fierros discurridos con su sangre.

Todo ocurrió de forma tan precisa, que no cabe duda que ese era el destino que les esperaba, o maldita justicia divina, que la ley del karma les hizo pagar. Fernanda, con la que minutos antes él discutía - fijando, por cortos lapsos, su mirada lasciva en sus carnosos muslos bien torneados y ajustados por su pequeño short color caqui - el hecho de que no se había detenido a auxiliar a un tipo que pedía ayuda a la orilla de la carretera, el cual, también había perdido el control de su vehículo – un porsche gris - yendo a chocar contra el talud de un cerro; diciéndole ella: “vamos a pagar caro por no haberle ayudado”, sus palabras de profeta quedan como antecedente de la deuda contraída y del ciclo de energía que justa, sabia e inteligentemente debía cerrarse, saliendo disparada por el parabrisas, yaciendo su desarticulado y mutilado cuerpo, a algunos metros de la camioneta, sobre el charco de su propia espesa sangre.

Tic – toc – tic – toc, el reloj colgado en la pared desmenuza la angustia, martillando mi cordura trastocada, el encierro de mi propia carne empujándome hacía mi mismo, implorando una salida al interior de Le Scaphandre. Acostado en está cama sin poder mover alguna parte de mi cuerpo, me hallo en este cuarto obscuro de muros avasalladores, deseando ir con el rey para contarle que no aguanto más, que sobre mi se está cayendo el puto cielo, que necesito de su ayuda. Lamento no haber prestando atención para poner las cosas de una forma correcta, pero me he dado cuenta, que este lugar marcado con una “X” siempre estuvo ahí, sólo necesitaba de un error mío para tomar partida, soy una fruta podrida, un bien dañado, condición que me da la atención de nadie. Ahora estoy solo, tu me abandonaste, confíe en ti y me decepcionaste, creí ingenuamente que ibas a estar siempre a mi lado como lo habías dicho, como lo habías prometido miles de veces, aún así te agradezco por todo, pero ya es demasiado tarde ahora, no existe salida, podré gritar y llorar, pero la maldita hora ha llegado, siento mucho dolor, pero el hecho de que solo lo sienta, no significa que este ahí, ¡no necesito de nadie¡, ¡que diablos! mi cuerpo morirá hasta que las brillantes luces se apaguen.

lunes, 1 de septiembre de 2008

The Last Time

…..susurro suavemente a su oído, mis manos invaden la tibieza de su tersa piel sobre sus caderas, la estrecho contra mi regazo sin ninguna intención de soltarla jamás, los minutos pasan devanando su presencia, no quiero despertarla, deseo que continúe durmiendo; apoyo ambas manos sobre la cama y sigiloso me levanto; con los pies descalzos atravieso el cuarto y entro a la regadera, el cancel de cristal me permite continuar observándola, mi admiración se vuelve obsesión sin poder quitarle los ojos de encima, los cuales, se llenan de lagrimas discurriendo junto con el agua por todo mi cuerpo, trato de contenerme, pero es imposible, su belleza vuelve más intenso mi llanto, continuando por algunos minutos, un nudo en mi garganta genera la necesidad de liberar todos mis sentimientos con un grito estremecedor, pero logro ahogarlo dentro de mí, en comunión con el silencio, el cual es tal, que una ligera tos parecería una tormenta a está hora de la madrugada.

Salgo de la regadera, y me dirijo a sentarme al borde de la cama, el halo de luz que se filtra por la ventana, proyecta mi sombra a lo largo de la oscura habitación trepando por sobre la pared, convirtiéndose, ésta, en mi cómplice y única probable delatora.

Comienzo a vestirme lentamente, montándome, a parte de mis jeans y mi chaqueta, la última imagen de ella, el sable atravesando su esternón, simbolizando la trascendencia de lo carnal hacia la plena espiritualidad, su ahora destazado cuerpo, representando lo mundano del ser, tal como la cruz en la que cristo fue crucificado, y su cabeza ahora desprendida de su cuerpo, no tiene ninguna duda, ni contradicción, se sabe libre, y yo la he liberado, yo la he mutado, ¡soy su salvador¡… me aproximo a la ventana y de un jalón cierro por completo la cortina, destruyendo totalmente la luz, creando la espesa oscuridad; a tientas tomo del buró mis llaves, mi teléfono celular y mi billetera y salgo del cuarto.... por última vez.