jueves, 15 de enero de 2009

The New
¡Gracias!, exclamo el joven, vistiéndose al mismo tiempo, la capa con capucha roja – color asignado a los iniciados - que le extendió uno de los frailes al entrar al imponente templo de facciones barrocas, estructura gruesa y firme, con grandes columnas alrededor del perímetro circunscribiendo al centro un enorme patio, desde el cual, si elevaba la mirada podía ver los tres niveles que se erguían hasta toparse con grandes luces dispuestas desde las esquinas e intermedios de las longitudes, iluminando de forma cálida y cadenciosa la plancha del patio. Al ir recorriendo el andador, los nervios y la emoción de la vivencia, provocaban un esbozo de sonrisa incontrolable en su rostro.- dentro de él, sabía que jamás se había ni siquiera imaginado en un lugar así - Alto señor, le indico el fraile - quien le instruía en cada movimiento que emprendía- y con la mano extendida le indico el lugar que debía tomar. Entre los cuerpos escurridos por las vestiduras color negro se deslizo hasta tomar su sitio.

La suspicacia del joven, no daba crédito de lo que veía. Fue así, entre una mezcla de tensión y excitación, enmarcado con la sobriedad que apelaba a la esencia de la experiencia y el murmullo proveniente de las decenas de cabecillas puntiagudas expectantes al inicio de la ceremonia, que hizo su entrada el Maestre. Ipso facto las lenguas detuvieron su cabalgata, y toda la atención fue fijada sobre él.

La imponente figura con túnica y capuz de damasco carmesí, cubriendo totalmente su cuerpo, desde la cabeza, hasta el ras de los pies y báculo a la diestra, inspiraba al mismo tiempo temor que misterio. Acompañado por dos escoltas, ataviados con trajes de terciopelo color negro, marcharon en línea recta desde uno de los portales que rodeaban el patio hacía el centro, al llegar allí, detuvíeronse. El silencio grave reino escasos minutos, desapareciendo totalmente bajo el mantra “Hommen Finnis” que inundo a todas voces el templo y con un golpe al piso de su báculo dio comienzo el desfile.

Una veintena de cuerpos cubiertos con simples hábitos transparentosos formaron un círculo alrededor del Maestre, y a su mirada, los escoltas fueron despojando de sus ropajes una a una a las hermosas mujeres de piel blanca como la leche y cuerpos gráciles, quedando exhibidas a las miradas lascivas de los espectadores, hombres y mujeres por igual, escrutando cada línea, cada poro, cada intersticio. Los hocicos salivaban, los ojos se dislocaban y ardían, la imaginación lucubraba lo más vil y abyecto de los seres allí presentes.
El supremo golpeo de nuevo con el báculo, y en implícito movimiento comenzó señalando a los iniciados. El joven fue el sexto de los veinte en ser elegido. Al estar al frente, dentro del círculo, su sangre se heló, el Maestre giro para verlo directamente a los ojos. Dentro de la capuz no distinguio rostro humano, sin embargo, la sensación de la penetrante mirada era perturbante, impulsandolo a dar algunos pasos hacía atras en retirada, los escoltas lo tomaron por los hombros, sujetandolo y paralizandolo por completo. Con la mirada llevandola de un lado a otro buscando auxilio, observo solo capas flotantes aproximándose hacía él , sus rostros habian desaparecido….!de pronto¡ las luces se apagaron, y un timbrillo molesto tomo el primer plano de su atención, tomando exactamente dos segundos para salir del estado MOR...abriendo los ojos.

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